- Conocer México. Leer, aprender su historia y viajar cuando pueda para entender a la gente, la cultura y los problemas. Conocer todo lo bueno y enamorarme de mi país.
- No comprar piratería ni ningún otro producto traficado ilícitamente.
- No dar mordidas A NADIE NI POR NADA.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Tres compromisos por México
jueves, 15 de septiembre de 2011
Acabó el año XXVI
Pues bien, hoy es mi cumpleaños –o ayer, pues estoy a siete horas de distancia del país donde nací; así que concedo la libertad de elegir el lugar de referencia horaria–, y he de confesar que esta vez me atrae la idea de decir algo al respecto; no a manera de prosa ni poesía, sino a manera de viñetas.
Considero que mi vigesimosexto año de vida fue importante, por no decir difícil; quizás un punto de inflexión.
Lo malo:
• Inicié con la creencia de que continuaría mi carrera de economista. Me quedé sin carrera y sin trabajo. Renuncié a la economía después de más de ocho años.
• Me sentí frustrada por varios meses.
• Estuve de “nini” por primera vez desde las vacaciones de la prepa.
• Me robaron mi mochila y equipo de montaña en plena cena de Año Nuevo.
• Estuve deprimida las primeras semanas en mi viaje en Europa.
Lo bueno:
• Tomé un curso de narrativa breve. Recordé que me encanta escribir.
• Fui al bosque tropical de Chiapas a reafirmar la creencia de que me encanta mi país.
• Descubrí a Ibargüengoitia… ¡cuánto tiempo perdido sin leerlo!
• Visité Barcelona, Saarbrücken, Colonia, Trier, Heidelberg, Füssen, Schwangau, Munich y Paris. En cada uno de esos lugares tuve experiencias muy especiales.
• Hice alpinismo en el sentido estricto de la palabra: caminé en los Alpes austriacos por cuatro días. ¡Es lo más difícil que he hecho en la vida!
• Extrañé México por primera vez con tanta fuerza.
• Terminé en Paris, sin trabajo y de viaje, pero con objetivos claros.
Y, a pesar de tantos días en los que no quería ni abrir los ojos, la desesperación de saberme sin rumbo durante mucho tiempo, la frustración de sentirme lejos de mis objetivos; a pesar de todo, sin buscarlo, hay más en “lo bueno” que en “lo malo”.
Así inicio mi vigesimoséptimo año. Tengo objetivos, y eso me hace muy feliz.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Alpes I. Sube y baja.
martes, 23 de agosto de 2011
Decir y contradecir
Como de refranes y cantares tiene el pueblo mil millares, en México hay varios que se han hecho populares; se dominan con ellos frases de verdadera sabiduría –camarón que se duerme se lo lleva la corriente –; se les da varios significados –¿es mejor pájaro en mano que ciento volando? –; se usan en “conversaciones planas” ibargüengoitianas – al mal tiempo buena cara –; se modifican según la necesidad –amor de lejos, felices los cuatro… ¿o es de pendejos?.
Pero ahora que tengo la oportunidad de ver a México de lejitos, me doy cuenta de que es un país cuyo surrealismo tiene cierto encanto y se extraña: el México contradictorio, el país que, según Octavio Paz, es solitario y a la vez le gustan las fiestas; el que llora y celebra a sus muertos; el de la mediocre y a la vez animadora frase de “sí se puede”; el que lee más chistes sobre Ninel Conde que libros… Un país en ocasiones mal educado en civismo, pero bien educado en refranes que forman parte del lenguaje popular.
Aunque no hay que olvidar que del dicho al hecho hay un gran trecho, pues aunque el mexicano sepa lo que es correcto, hace lo que le da la gana: entrar sin dejar salir, copiarle al de al lado y ver si viene la patrulla antes de cruzar el alto, son acciones que forman parte de la vida cotidiana. Aún así, el mexicano no se responsabiliza: asegura que su país es un asco por culpa del gobierno; vota por sus gobernantes sólo para pasarles la bolita; ruega a Dios, pero sin mazo en mano. Y sigue la queja de todos los días: "en México no se puede avanzar". Pero en el país de los ciegos, el tuerto es rey; y es rey el que tenga dinero, porque con él puede hacer todo y darle la vuelta a cualquier ley para avanzar por donde le plazca.
Y ya se dirá cuando acabe el sexenio: muerto el perro se acabó la rabia. Pero no se aceptará que el presidente no era el perro; habrá desilusión y se culpará al siguiente. Y es el cuento de nunca acabar… aunque no hay mal que dure cien años… ojalá –sólo nos faltarían como veinte.
Y esto no es una queja. Hay que ser tolerantes: la burra no era arisca…la hicieron. Simplemente extraño a mi contradictorio y hermoso país.
Pero como el pez por su boca muere, aquí la dejamos por hoy.
domingo, 21 de agosto de 2011
Please, please, please let me get what I NEED!
Esa podría ser un día normal de la semana para mí. Lamentablemente, no me encuentro en mi natal y querido México, sino en Alemania. Digo “lamentablemente” porque, como lo habrán notado, aquí se vive una seguridad con la que no se puede contar allá.
Me gustaría siempre hablar bien de mi país en todos los sentidos. Pero este deseo parece ser meramente emocional, pues razones no hay para defender lo indefendible: ya viví un secuestro exprés y no puedo salir a las calles sin sentirme amenazada; no se puede viajar a varias ciudades del país sin temer a una balacera; en el metro hay que llevar ropa holgada para ser respetada... Nadie puede decir que México es seguro.
Quisiera saber por qué en países como éste la gente parece ser incapaz de robar una cartera, una mochila o una bicicleta; hay respeto y civismo. ¿Qué tendrán que nosotros no tengamos? Para empezar, por supuesto, ¡son ciudades más pequeñas!, mmm… pero Alemania tiene casi cuatro veces más habitantes por metro cuadrado que México. Entonces, ¿cómo llegaron a distribuirse con este orden? Quizás la reorganización necesaria después de cada guerra… Ok, destruir México y reconstruirlo no parece ser una opción.
Good times for a change
See, the luck I’ve had
can make a good man
turn bad.
De cualquier modo, ojalá México no tenga que seguir aprendiendo a madrazos en el siglo XXI; ojalá las balas, los secuestros, robos y demás, no tengan sentido alguno.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Camino a Ítaca
Con cuatro o cinco años cumplidos, preescolar pueden cursar. Seis años cumplidos y primaria hay que estudiar. Después, a secundaria deben ingresar. Con dieciocho, la IFE han de tramitar y la prepa terminar, para matricularse en la carrera, ¡¡y a los cuatro años y medio acabar!!
Parece comercial de gobierno, pero en realidad es lo que mucha gente tiene impreso en la conciencia como si fuera parte de los Diez Mandamientos. He de incluirme, pues de lo contrario no me importaría el tambaleo que a mis casi 27 años de edad se está presentando en mi vida profesional.
Pero hay que recordar algo: para llegar a casa siempre hay más de un camino; hasta los ríos toman diferentes cauces para llegar al mar. Y si hay que tomar la decisión de cambiar de casa o tomar un nuevo cauce, ¿qué hay de malo? Mala la desidia… ¿O quién dijo “Amarás la primera carrera que elegiste sobre todas las cosas”, “No cambiarás el nombre de tu profesión en vano”, “Santificarás el título”?
Existen varios caminos. ¡Lo importante es seguir caminando!
Y quién mejor que Konstantino Kavafis (1863-1933) lo puede decir en su poema Ítaca:
viernes, 1 de julio de 2011
¡No se trata de competir!
Hablando de cine, Little Miss Sunshine es una de mis películas favoritas. El guión y los personajes son excelentes, y no menos lo es su claro mensaje: ¡SE TÚ MISMO!
La familia protagónica acompaña a Olive, una niña de siete años, a un concurso de belleza infantil en el que va a participar, junto con otras niñas que, a diferencia de ella, parecen muñequitas. Es una familia singular: el padre Richard, la madre Sheryl, el medio hermano Dwayne, el tío Frank y el abuelo Edwin, viven y se toleran bajo el mismo techo. Problemas económicos, pleitos, adicción a las drogas, Nietzche, Proust, homosexualidad, depresión, y una Combi amarilla sin clutch, son algunos elementos que caracterizan a estos peculiares personajes.
Quienes la han visto, sabrán de lo que hablo al comentar que la participación de Olive en el concurso parece absurda: es una niña regordeta y sin gracia ni talento; la familia, sin ganas y sin dinero, tiene que acompañarla a través de más de mil kilómetros en la carretera; su padre, quien trata de publicar un libro sin tener éxito, dice odiar a los perdedores, y lo peor es que Olive no tiene ninguna posibilidad de ganar.
Dwayne, sin estar de acuerdo con que “esa gente” juzgue a su hermana, trata de impedir que salga a hacer su número. “¡No es una reina de belleza!”, dice. La respuesta de Sheryl, su madre, me parece excelente: “No, escúchame. Olive es quien es. Se ha esforzado mucho. Le metió todo a esto. No la podemos privar de este momento. Sé que la quieres proteger, pero hay que dejar que Olive sea Olive.”
Olive se muestra como es con esmero, a pesar de que su baile es realmente ridículo, que raya en lo grotesco, y que, además, parece haberlo aprendido en un tugurio. La organizadora quiere expulsarla del escenario; le pregunta al padre, enojada: “¿¡qué está haciendo su hija?!”. Richard, el hombre que sólo habla de sus nueve pasos para ganar en la vida, y admitiendo que su hija perderá rotundamente, le contesta: “se esmera, eso hace”.
Con miradas inquisitivas encima, la familia de Olive se levanta, la apoyan, le sonríen, se ríen, aplauden... La pasan bien.
Así que, la familia protagónica acompaña a Olive, una niña extraordinaria de siete años, a un ridículo concurso de belleza infantil en el que va a participar junto con otras niñas que, a diferencia de ella, parecen de plástico. Es una familia singular, pero unida: Richard, Sheryl, Dwayne, Frank y Edwin, viven bajo el mismo techo y conviven dentro de una Combi; problemas económicos a superar, pláticas, amistad, Nietzche, Proust, homosexualidad aceptada, rehabilitación y una forma divertida de arrancar la camioneta, son algunos elementos que caracterizan a estos peculiares personajes.
Como menciona Dwayne, "la vida es un maldito concurso de belleza tras otro". Lo bueno es que podemos elegir no competir. No se trata de que estemos unos por encima de otros... creo que eso sólo provoca asfixia.
domingo, 27 de marzo de 2011
Cuento del mes
La hora del baño es un momento ideal para pensar: no me imagino una mente en blanco en la ducha; mucho menos la de una adolescente cuyas ideas buscan cualquier espacio del día para salir alocadas a recordar cualquier chisme, pensar en lo que se pondrán, lo gordas que están o, peor aún, golpear su autoestima deteniendo cualquier aspiración de obtener una cita. ¿A quién no le pasó esto alguna vez?
Regando las flores es el "Cuento del mes" elegido esta vez para recordar todas las cualidades que las adolescentes cubren con autoreproches sin fundamentos (o que al menos generalmente no los tienen) y la peligrosa combinación de la inseguridad, la adolescencia y... la ducha.
Va pues...
Regando las flores
¡No puedo creer que Pato me invite a salir! Soy un desastre: llegará en media hora y apenas se me ocurre meterme a la regadera. ¿Cómo lograré secarme todo el pelo? ¡Parece una escoba! Debí heredar los chinos de mamá. Se me verían increíbles si tuviera también los ojos verdes de papá.
¡Ups! ¡No sale agua caliente! Seguramente el inútil de Pablito dejó la compuerta del boiler abierta. Podría intentar bañarme con agua fría, como la tía Raquel. Lo hace diario; según ella tonifica los músculos...¡Waw, como los de Pato! ¡Parece de veinte años con esos brazotes! Debería asegurarlos...¿qué sería de él sin esos conejotes? Como la cantante esa que se aseguró el trasero...Jennifer..¿qué?
¡Waw! ¡Está helada! La tía Raquel está loca. ¿Es insensible o qué? ¿Será por eso que usa copa C? Porque si me garantiza alguien que con esto me crecen las boobies, me cae que me aguanto. ¡Oigan! ¿Cuándo van a crecer, eh? No es justo... ¡Ceci ya las tiene como de señorita y yo parezco un niño! Mi tía dice que eso es lo único que les importa a los hombres... ¿se quedaron en la etapa de la lactancia o qué?
Qué bueno que no fui niño, al menos así me puede gustar alguien como Pato. ¿Besará rico? ¡Uy! ¡Pero si me besa me va a ver bien la cara! A veces no entiendo qué me vio. ¿Qué no se percató del barro monumental que tengo en la frente? ¡Parece un tercer ojo! Tal vez pueda esconderlo con un poco de maquillaje de mamá. Pero, ¿cómo voy a esconder las lonjas que salen de mi pantalón talla tres? ¡No puede ser! Soy una cerda... hace un año era talla dos.
Y tal vez tampoco se dio cuenta de mi narizota, ni de mis piernas pálidas, ni de mis cejas raras, ni de mi meñique chueco, ni… ni… ¿No preferirá una rubia anoréxica de ojos verdes y pelo chino? Ya se: ¡Seguramente me llevará al cine para que después le pase la tarea!
lunes, 28 de febrero de 2011
¡Presunto sistema de justicia!
miércoles, 23 de febrero de 2011
Cuento del mes
Fido…¡para nada!, ¿Docker?...No. ¿Racker? Mmm… no sé. No me imagino diciéndole Racker todos los días cuando regrese a casa y ponga sus patotas sucias sobre mi blusa blanca. Como esa vez cuando yo regresaba de la escuela y encontré a Jipsy en la calle, temblando en medio de la abundante lluvia que formaba charcos de lodo. Me agaché hacia ella e imprimió su pata sobre mi manga blanca. Su carita miedosa me sedujo de inmediato, pero no lo hizo con mamá cuando llegué a casa. Comenzó a gritarme como si estuviera a dos kilómetros de distancia; ¡no sé por qué hacía eso!, sólo asustaba más a Jipsy y yo trataba de aferrarla a mi pecho para darle seguridad. Mamá gritaba y gritaba, pero en realidad no la escuchaba; algo decía de mi vestido blanco, del lodo, del ruido, pelos, tierra, comida, problemas, asco…
Para que no vuelva a suceder, me aseguraré de lavarle las patas y no usar ropa blanca. Puedo llamarlo Pino, suena limpio. Será divertido bañar a tan grande bestia. Seguramente me llenará de agua con jabón y dará vueltas mientras yo luche por su limpieza. No sé si le parecerá un juego, como cuando Tany y Anita bañaban a Cocó en el jardín. Se ponían un traje de baño y lo enjabonaban. Se aventaban agua en la cara y reían, pero yo no me acercaba porque no quería ser víctima de una mordida. ¡Tenía pánico de acercarme sólo a cinco metros!, y ellos podían estar horas ahí hasta tener dedos de viejito.
Mmm… pero no, Pino no. Pensándolo bien suena a detergente. No quiero que tenga un nombre de detergente, como la de mi vecino, Ariel. Mi papá siempre decía que quería envenenarla. Lo despertaba todas las noches con sus agudos aullidos que seguramente mantenían en vela a varias personas del vecindario. Yo a veces la escuchaba también, pero no me molestaba, sólo sentía ganas de ir al patio del al lado a abrazarla y calmarla. Unos meses después dejó de escucharse. Decían que estaba enferma y que tenía un tumor, yo no sabía qué era eso. Pensé que se habían hartado del ruido nocturno y que la habían regalado a otra familia.
Quisiera que nunca se enferme. Recuerdo a Toshi, un chau chau en busca de hogar. Tenía sarna, pero lo estaban curando. Cuando lo conocí ya le asomaba el pelo color hueso. El veterinario decía que iba a parecer un osito blanco. Llegué a casa con la noticia del futuro inquilino, y mamá dijo que sería el futuro inquilino de otro hogar y que me llevaría con la doctora Camila a hacerme estudios dermatológicos.
Podría llamarle Camilo. Aunque tal vez a mi tía Camila no le parecerá correcto, como a mí no me parece correcto que siempre que me vea le nazca tanta curiosidad por mi vida profesional tan accidentada y a la vez me platique los logros de mi prima Camy en Oxford y en su investigación doctoral; o que vaya a la boda de Fany y Dan sólo a ver quién lleva el mejor vestido y quién se emborracha más hasta el ridículo; o cuando toma del brazo al tío Coque como si fueran la pareja perfecta. No creo que al tío le guste la manera inquisitiva en que lo ve cuando trata de disfrutar un vaso de ron con Coca, fijándole la mirada y cruzando sus brazos gordos sobre ese vestido Armani que tuvo que pagar con su aguinaldo.
Así que no, no podría llamarle Camilo; ni Charlie, porque así le dicen a mi sobrina Carlita; ni Rufo, porque suena a bruto; ni Pitágoras, porque no me gustan las matemáticas; ni Gost, Candy, Kicky, Ricky, Camel, Conde, Kito, Tito, Roco, Rasta… ¡Ya basta!
Supongo que será mejor ir a comprarlo primero. Podría ser un gran danés, aunque son demasiado grandes. O un chihuahua, pero me parecen cursis. O un boxer, un pastor alemán, un cocker, fox terrier, schnauzer….
¡Ya! ¡Mejor será un gato y se llamará Peluso!
martes, 15 de febrero de 2011
I have a dream
Como sabrán los que me conocen lo suficiente, mi vida profesional ha estado accidentada los últimos años. No por haber errado la carrera, ni completamente por haber trabajado (claro que eso tomó mucho de mi tiempo), sino por querer aprender una disciplina que me apasiona, pero que con la forma en que se aborda muchas de las veces discrepo. Sí, esto provoca confusiones, disgustos, frustraciones… atrasos.
Esto no es una confesión ni una explicación. Lo que quiero decir con esto es que hoy he visto que no soy la única persona con tantas inquietudes en el mundo de los economistas. Existen grupos y movimientos esforzándose por lo que para mí le da el sentido a ser economista: cómo ser lo más feliz que se pueda con lo menos necesario.
¡Éste debería ser el concepto de eficiencia!
Les comparto, pues, este video del británico Nic Marks.
We have a dream!! ¡La felicidad no tiene por qué costar a la Tierra!