lunes, 12 de septiembre de 2011

Alpes I. Sube y baja.



Subo. Admiro por primera vez las montañas que me acompañarán por cuatro días. El accidente geológico me regala la compañía de grandes peñas grises que brillan ante un sol que indica el oriente. El calor y el esfuerzo exigen un paso lento; la belleza de las montañas, algunas pausas para la vista: formaciones más altas a lo lejos, nubes que se mezclan con las cumbres, lagos. Después de cuatro horas aproximadamente, no hay más subida. El viento es libre ahí arriba.

Bajo.  Las piernas ya están cansadas, pero ahora no necesitan tanta fuerza. Los pasos exigen menos a  los músculos y más al equilibrio; hay que tener cierta destreza para no caer. Los caminos zigzaguean para evitar la inclinación de la montaña. Aún así, se juega contra la gravedad y las piedras sueltas. La cabaña se ve a lo lejos.

Subo. Al día siguiente continúa el ascenso. Se tiene un nuevo objetivo y un largo camino para alcanzarlo. Las cabras comienzan a asomarse con sus cuernos amenazantes; caminan por la montaña con una habilidad que cualquiera envidiaría. El sol está libre de nubes, pero el viento de la mañana arrebata su calor. La montaña  nos reta con algunos metros bastante empinados. Hay cuerdas para evitar una caída mortal. Se llega de nuevo a donde el viento es libre.

Bajo. El sendero es muy empinado y hay que cuidar cada paso. Cuerdas y escaleras disminuyen riesgos. No se puede dar pasos en falso. Se tranquiliza el camino. Hay otra cabaña a la vista. Hacemos una pausa ahí, pero continuamos después de una hora.

Subo. Sigue el ascenso para volver a atravesar las montañas hacia nuestro lugar de descanso. El camino no es inclinado pero el sol comienza a esconderse detrás de unas nubes que anuncian lluvia. Siento cansancio en las piernas, a la vez que la montaña se levanta aún más. Volteo; admiro el gris, verde, azul... cada paso vale la pena.

Bajo. Ya no falta mucho; la cabaña está cada vez más cerca. Comienza a hacer un poco de frío y es necesario hacer una pausa para sacar el impermeable, una barra de muesli, un poco de chocolate y seguir el camino. Llueve, pero estamos cerca. Llegamos a una cabaña rodeada de pasto y neblina.

Subo. La neblina ahí sigue; comienzo la caminata en un día húmedo y frío. El camino parece estar poco visible, pero tranquilo. Las montañas parecen rocas que sudan y sueltan vapor; se ve hermoso.

Bajo. Adivino el camino en medio de la neblina. Busco el sendero y sigo caminando para no sentir frío.

Subo. Paso por algunas rocas húmedas y resbalosas; es necesario ayudarse con las manos en ocasiones. Llegamos a una cumbre. El viento es fuerte y hay una gran cruz que lo resiste. El camino se torna difícil.

Bajo. Mis botas me aferran a la vida en cada paso.

Subo. Las cuerdas son necesarias para trepar algunos tramos.

Bajo. La neblina y la humedad tornan peligroso el camino. La adrenalina borra todo el cansancio. Después de un rato, la cabaña se ve a lo lejos. Llegamos temprano.

Subo. Cruzamos las montañas de regreso a donde comenzamos.

Bajo.

Subo.

Bajo.

Subo, bajo, subo, bajo. Llegamos. 

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