martes, 23 de agosto de 2011

Decir y contradecir


Ahora sí que, como dice el dicho: en las penas y afanes consulta los refranes… Y es que los refranes o “dichos” parecen ser un compendio de todo el saber filosófico. Se han transmitido de generación en generación con las enseñanzas que sólo la experiencia brinda y el tiempo perfecciona, pues, por algo, el diablo sabe más por viejo que por diablo.

Como de refranes y cantares tiene el pueblo mil millares, en México hay varios que se han hecho populares; se dominan con ellos frases de verdadera sabiduría –camarón que se duerme se lo lleva la corriente –; se les da varios significados –¿es mejor pájaro en mano que ciento volando? –; se usan en “conversaciones planas” ibargüengoitianas – al mal tiempo buena cara –; se modifican según la necesidad –amor de lejos, felices los cuatro… ¿o es de pendejos?.

Pero ahora que tengo la oportunidad de ver a México de lejitos, me doy cuenta de que es un país cuyo surrealismo tiene cierto encanto y se extraña: el México contradictorio, el país que, según Octavio Paz, es solitario y a la vez le gustan las fiestas; el que llora y celebra a sus muertos; el de la mediocre y a la vez animadora frase de “sí se puede”; el que lee más chistes sobre Ninel Conde que libros… Un país en ocasiones mal educado en civismo, pero bien educado en refranes que forman parte del lenguaje popular.

Aunque no hay que olvidar que del dicho al hecho hay un gran trecho, pues aunque el mexicano sepa lo que es correcto, hace lo que le da la gana: entrar sin dejar salir, copiarle al de al lado y ver si viene la patrulla antes de cruzar el alto, son acciones que forman parte de la vida cotidiana. Aún así, el mexicano no se responsabiliza: asegura que su país es un asco por culpa del gobierno; vota por sus gobernantes sólo para pasarles la bolita; ruega a Dios, pero sin mazo en mano. Y sigue la queja de todos los días: "en México no se puede avanzar". Pero en el país de los ciegos, el tuerto es rey; y es rey el que tenga dinero, porque con él puede hacer todo y darle la vuelta a cualquier ley para avanzar por donde le plazca.

Y ya se dirá cuando acabe el sexenio: muerto el perro se acabó la rabia. Pero no se aceptará que el presidente no era el perro; habrá desilusión y se culpará al siguiente. Y es el cuento de nunca acabar… aunque no hay mal que dure cien añosojalá –sólo nos faltarían como veinte.

Y esto no es una queja. Hay que ser tolerantes: la burra no era arisca…la hicieron. Simplemente extraño a mi contradictorio y hermoso país.

Pero como el pez por su boca muere, aquí la dejamos por hoy.

2 comentarios:

  1. ¿¿En dónde estas?? Deberías estar en Vancouver!
    Me ha gustado mucho este post!!

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  2. Jaja gracias! y ya se!! pero finalmente no fui a Vancouver :( Estoy en Alemania. Digo, no me quejo, pero definitivamente tengo que ir a Vancouver algún día.

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