viernes, 16 de septiembre de 2011

Tres compromisos por México


Algunos movimientos  y una que otra campaña en las redes sociales convocaban a no festejar este 15 de septiembre. ¿Cuál independencia?, dicen, si a México lo dominan Estados Unidos, el narco y políticos buenos para nada. Y, lamentablemente, hay que admitir que en los últimos años palabras como balaceras, narcomensajes, asesinatos y ataques son populares en medios o en pláticas cotidianas; gritos de “ni uno más” y “estamos hasta la madre” se dejan oír en las calles de diferentes lugares del país. En muy pocos días fuimos testigos al menos de una balacera cerca del Estadio Santos de Torreón, en pleno partido, el ataque al Casino Royale de Monterrey y la aparición de un decapitado en Santa Fe.   Es un riesgo salir a la calle después de las ocho de la noche en algunas ciudades; los mexicanos vivimos con miedo. Y, peor aún, estamos cerca del año electoral y  la política es un producto al estilo Coca Cola; los fraudes electorales siguen operando y los partidos políticos no tienen una ideología firme y coherente; la democracia es puro atole con el dedo y parte del circo para el pueblo.

Pero México no es el narcotráfico, ni los políticos, ni las balas. México no son los gobernantes, y ellos nunca van a solucionar por sí solos los problemas de un país de más de 110 millones de habitantes… es inoperable. Es necesario quejarse de la ineptitud del gobierno, pedir que rindan cuentas, exigir que valgan los impuestos. Es necesario y válido, pero si lo hacemos con los brazos cruzados es tan ineficiente como ir a una tienda y querer que nos digan “buenos días” con una sonrisa si llegamos callados, jetones y le pintamos un finger a quien nos atiende. Hay que dar, no sólo exigir.

Y en la parte de “dar” está el reconocer que México es un país grande en todos los sentidos; que ha tenido mejoras: nos quejamos de la falta de educación –y sí que tenemos retos por delante al respecto – pero no recordamos que los niveles de analfabetización eran el doble en 1970; que la democracia sigue en pañales, pero que al menos la gente ya opina más al respecto. Y ejemplos, afortunadamente, puede haber muchos.

Sea como haya sido la historia, y sea México un país realmente independiente o no, la realidad es que cada 15 de septiembre hay fiesta y cada 16 todo mexicano se acuerda al menos una vez en el día de su país. Por eso, aprovecho hoy para decir que tengo una muy fuerte convicción de que tenemos que empezar a comprometernos; no se trata de culpar al de al lado o al gobierno… se trata de pensar qué podemos hacer cada uno de nosotros por mejorar como sociedad.

Algunos dirán “pero es que en realidad México no ha hecho nada por mi”. Les aseguro que sí. Ir de vacaciones con la familia a las tantas playas hermosas que tenemos; tener noches de mariachi con los amigos cantando México lindo y querido de Jorge Negrete; brindar con caballitos de tequila en un día importante o en una velada cualquiera; ir a la posada en casa de la abuela, romper la piñata y llenar de dulces o fruta el cono de la estrella; escuchar las mañanitas en el cumpleaños; comer un chile en nogada o un pollo con mole, unos tacos al pastor con mucha salsa verde para bajar la cruda o el desayuno de la torta de tamal con atole; escuchar el Huapango de Moncayo, el ay ay ay y  la ironía de Chava Flores; poner un altar en día de muertos, tomar un café frente al Palacio de Bellas Artes, corear cielito lindo donde sea que se escuche… y muchas más cosas que hacen a México parte de la vida de cada uno de nosotros; experiencias que muy difícilmente se pueden tener fuera de él.

Y regresando al festejo que se quería silenciar, puedo decir que yo nací un 15 de septiembre, y no porque el país me arrebate la fiesta dejo de celebrarlo con gusto. No quiero que mi México siga invadido por la violencia, ni seguir escuchando puras quejas y malas noticias. Es tiempo de que hagamos algo además de enojarnos e ir a manifestaciones; algo que podamos hacer día a día en nuestras vidas cotidianas para mejorar como sociedad. Hay infinitas maneras de hacerlo, pero como el buen juez por su casa empieza, quiero mencionar tres compromisos que yo estoy dispuesta a tomar con seriedad. 
  1. Conocer México. Leer, aprender su historia y viajar cuando pueda para entender a la gente, la cultura y los problemas. Conocer todo lo bueno y enamorarme de mi país.
  2. No comprar piratería ni ningún otro producto traficado ilícitamente.
  3. No dar mordidas A NADIE NI POR NADA.

Convoco a que hagan lo mismo: publiquen sus compromisos en cualquier medio y por más sencillos que sean; digan a los demás que lo hagan. Y aunque no sean grandes acciones, paso a paso se da la vuelta al mundo. Hay que hacer lo que esté en nuestras manos.

Les recomiendo leer también las 5 batallas que plantea mi hermano Ángel Otero.

Compromiso por parte de TODOS... es mi deseo de cumpleaños y como mexicana. 

jueves, 15 de septiembre de 2011

Acabó el año XXVI

Quizás esta práctica ya esté muy choteada en la comunidad bloggera; quizás no. La verdad no lo sé: me considero inexperta en la interacción social a través de la red. Hablo de la práctica de hacer alguna especie de recuento cuando se inicia un nuevo ciclo, como en un cumpleaños o en año nuevo.

Pues bien, hoy es mi cumpleaños –o ayer, pues estoy a siete horas de distancia del país donde nací; así que concedo la libertad de elegir el lugar de referencia horaria–, y he de confesar que esta vez me atrae la idea de decir algo al respecto; no a manera de prosa ni poesía, sino a manera de viñetas.

Considero que mi vigesimosexto año de vida fue importante, por no decir difícil; quizás un punto de inflexión.

Lo malo:
• Inicié con la creencia de que continuaría mi carrera de economista. Me quedé sin carrera y sin trabajo. Renuncié a la economía después de más de ocho años.
• Me sentí frustrada por varios meses.
• Estuve de “nini” por primera vez desde las vacaciones de la prepa.
• Me robaron mi mochila y equipo de montaña en plena cena de Año Nuevo.
• Estuve deprimida las primeras semanas en mi viaje en Europa.

Lo bueno:
• Tomé un curso de narrativa breve. Recordé que me encanta escribir.
• Fui al bosque tropical de Chiapas a reafirmar la creencia de que me encanta mi país.
• Descubrí a Ibargüengoitia… ¡cuánto tiempo perdido sin leerlo!
• Visité Barcelona, Saarbrücken, Colonia, Trier, Heidelberg, Füssen, Schwangau, Munich y Paris. En cada uno de esos lugares tuve experiencias muy especiales.
• Hice alpinismo en el sentido estricto de la palabra: caminé en los Alpes austriacos por cuatro días. ¡Es lo más difícil que he hecho en la vida!
• Extrañé México por primera vez con tanta fuerza.
• Terminé en Paris, sin trabajo y de viaje, pero con objetivos claros.

Y, a pesar de tantos días en los que no quería ni abrir los ojos, la desesperación de saberme sin rumbo durante mucho tiempo, la frustración de sentirme lejos de mis objetivos; a pesar de todo, sin buscarlo, hay más en “lo bueno” que en “lo malo”.

Así inicio mi vigesimoséptimo año. Tengo objetivos, y eso me hace muy feliz.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Alpes I. Sube y baja.



Subo. Admiro por primera vez las montañas que me acompañarán por cuatro días. El accidente geológico me regala la compañía de grandes peñas grises que brillan ante un sol que indica el oriente. El calor y el esfuerzo exigen un paso lento; la belleza de las montañas, algunas pausas para la vista: formaciones más altas a lo lejos, nubes que se mezclan con las cumbres, lagos. Después de cuatro horas aproximadamente, no hay más subida. El viento es libre ahí arriba.

Bajo.  Las piernas ya están cansadas, pero ahora no necesitan tanta fuerza. Los pasos exigen menos a  los músculos y más al equilibrio; hay que tener cierta destreza para no caer. Los caminos zigzaguean para evitar la inclinación de la montaña. Aún así, se juega contra la gravedad y las piedras sueltas. La cabaña se ve a lo lejos.

Subo. Al día siguiente continúa el ascenso. Se tiene un nuevo objetivo y un largo camino para alcanzarlo. Las cabras comienzan a asomarse con sus cuernos amenazantes; caminan por la montaña con una habilidad que cualquiera envidiaría. El sol está libre de nubes, pero el viento de la mañana arrebata su calor. La montaña  nos reta con algunos metros bastante empinados. Hay cuerdas para evitar una caída mortal. Se llega de nuevo a donde el viento es libre.

Bajo. El sendero es muy empinado y hay que cuidar cada paso. Cuerdas y escaleras disminuyen riesgos. No se puede dar pasos en falso. Se tranquiliza el camino. Hay otra cabaña a la vista. Hacemos una pausa ahí, pero continuamos después de una hora.

Subo. Sigue el ascenso para volver a atravesar las montañas hacia nuestro lugar de descanso. El camino no es inclinado pero el sol comienza a esconderse detrás de unas nubes que anuncian lluvia. Siento cansancio en las piernas, a la vez que la montaña se levanta aún más. Volteo; admiro el gris, verde, azul... cada paso vale la pena.

Bajo. Ya no falta mucho; la cabaña está cada vez más cerca. Comienza a hacer un poco de frío y es necesario hacer una pausa para sacar el impermeable, una barra de muesli, un poco de chocolate y seguir el camino. Llueve, pero estamos cerca. Llegamos a una cabaña rodeada de pasto y neblina.

Subo. La neblina ahí sigue; comienzo la caminata en un día húmedo y frío. El camino parece estar poco visible, pero tranquilo. Las montañas parecen rocas que sudan y sueltan vapor; se ve hermoso.

Bajo. Adivino el camino en medio de la neblina. Busco el sendero y sigo caminando para no sentir frío.

Subo. Paso por algunas rocas húmedas y resbalosas; es necesario ayudarse con las manos en ocasiones. Llegamos a una cumbre. El viento es fuerte y hay una gran cruz que lo resiste. El camino se torna difícil.

Bajo. Mis botas me aferran a la vida en cada paso.

Subo. Las cuerdas son necesarias para trepar algunos tramos.

Bajo. La neblina y la humedad tornan peligroso el camino. La adrenalina borra todo el cansancio. Después de un rato, la cabaña se ve a lo lejos. Llegamos temprano.

Subo. Cruzamos las montañas de regreso a donde comenzamos.

Bajo.

Subo.

Bajo.

Subo, bajo, subo, bajo. Llegamos.